El Taoísmo es una tradición filosófica que lleva más de dos milenios ejerciendo su influencia en los pueblos del Extremo Oriente.
La palabra Tao 道 (Dao), suele traducirse por "vía" o "camino". El taoísmo se desarrolló a partir de un sistema filosófico tratado en las escrituras de Laozi, recopiladas en el libro del Dàodéjing (Tao Te King).
El objetivo fundamental de los taoístas es la longevidad en plenitud. Se decía que las personas que vivían en armonía con la naturaleza eran inmortales, sin embargo, la antigua forma de taoísmo era la de una corriente filosófica y no una religión, por lo que los antiguos pensadores interpretaban por "inmortalidad" el hecho de "autosuperación" del propio ser en comunidad con el entorno, lo que implica buscar la superación y el progreso personal y colectivo.
El Taoísmo se centra en el nivel espiritual del ser. Se compara al ser humano “realizado” con el bambú: recto, simple, útil en el exterior y hueco en el interior. El espíritu del Tao se basa en la vacuidad. Si permanecemos quietos y callados, y escuchamos la llamada interna del Tao, actuaremos sin esfuerzo, de manera eficiente, raramente reflexionando sobre las materias y las cosas. Seremos nosotros mismos tal y como somos.
El practicante taoísta observa la no acción (Wu Wei) de la misma forma que el agua busca y encuentra su nivel apropiado sin esfuerzo. Este camino incluye la purificación de uno mismo a través del control de las emociones, lo cual se logra parcialmente a través de la contemplación, la meditación, el control de la respiración y otras formas de autodisciplina como las conocidas y practicadas artes internas: Chi Kung (Qigong), Tai Chi (Taijiquan)… por lo general bajo la supervisión de un Maestro.
El Taoísmo establece la existencia de tres fuerzas: una pasiva, otra activa y una tercera, conciliadora. Las dos primeras se oponen y complementan simultáneamente entre sí, es decir que son interdependientes de manera absoluta y funcionan como una unidad. Son el yin (fuerza pasiva/sutil, femenina, húmeda...) y el yang (fuerza activa/concreta, masculina, seca...). La tercera fuerza es el tao, o fuerza superior que las contiene.
Puede ejemplificarse esta concepción a partir del significado de las palabras: literalmente, yang significa ‘la ladera luminosa (soleada) de la montaña’, y yin ‘la ladera oscura (sombría) de la montaña’; entiéndase la idea de montaña como símbolo de unidad. Así, aunque representan dos fuerzas aparentemente opuestas, forman parte de una única naturaleza.
El taoísmo excluye el concepto de ley y lo sustituye por el de orden. Es decir, las cosas son de determinada manera debido a que su posición en un universo en permanente movimiento les confiere una naturaleza que las obliga a ese comportamiento.
Tao es el nombre global que se da al orden natural. El objetivo del tao es enseñar al hombre a integrarse en la naturaleza, enseñarle a fluir, a integrarse en sí mismo en concordancia y armonía. El tao no es un creador porque nada en el mundo se crea ni el mundo es creado. Enseñar a compenetrarse con esta naturaleza y armonía de tal modo que llegue a experimentar en su propio cuerpo sus ritmos vitales. Sintonizándose el cuerpo humano mediante una serie de ejercicios con estos ritmos, ganando así serenidad mental y energía física.
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